lunes, 22 de marzo de 2021

Científicas de ayer y de hoy. Tarea 4.1.

 

Entrevista a Gertrudis de la Fuente.

“Semillas de conocimiento”

Gertrudis de la Fuente me espera en su casa para realizarle una entrevista tras el éxito que ha tenido el cortometraje sobre su vida que recientemente ha realizado Medardo Amor. Me recibe su sobrina que me indica que pase al salón donde descubro a una mujer de pelo blanco sentada en un sofá, ataviada con una toquilla y visualizando detenidamente una Tablet sobre sus rodillas. Tras saludarnos, Gertrudis se disculpa:

-       Perdóname, estaba leyendo la Nature… ¿Sabías que gracias al grafeno se podrán construir trenes sin fricción? Es muy emocionante ver como sigue progresando la ciencia. A mi padre le hubiera encantado conducir uno de esos (risas).

-       ¿A usted también verdad? Si no me equivoco su primer deseo de niña era ser maquinista.

-       Es que imagínate, yo lo que quería era montar en el tren y descubrir lugares nuevos. Pero volviendo al grafeno…las periodistas deberíais estar más atentas a estas nuevas aplicaciones sobre el grafeno. Es el futuro de la tecnología. Estaría bien que realizaras un reportaje sobre ello. Una sociedad formada e informada científicamente es una sociedad más libre. Y más feliz si se me permite decirlo.

-       Lo tendré en cuenta, gracias. Veo que se maneja muy bien con una Tablet. No es muy común ver a alguien de su edad con una en sus manos.

-       Me gusta estar al tanto de los nuevos avances en la vida. Es un vicio que tengo, el estar siempre en contacto con el conocimiento, y esta Tablet pesa tan poco que me permite manipularla mientras estoy cómodamente sentada en el sofá.

-       Usted siempre ha sido una persona ávida de conocimiento. Ya desde pequeñita apuntaba maneras y le gustaba hablar sobre todo lo que sabía.

-       Efectivamente, y lo sigo haciendo (risas). Mi hermana me cuidó desde pequeñita ya que me llevaba 9 años. Y a ella le encantaba enseñarme todas las cosas también. Las cuentas, poemas que aún recuerdo…yo a mi hermana la admiro mucho. Fíjate que creo firmemente que fue ella la que plantó la semilla para que yo desarrollara una especie de tozudez del aprendizaje. Disfruto aprendiendo y siempre ha sido así. Cuando fuimos a Madrid, después de la muerte de mi padre, coincidió con unos años delicados en los que estalló la guerra civil y aun así me empeñé en acabar los estudios de bachillerato y con buenas notas. Quería seguir estudiando Matemáticas o Física, pero terminé por matricularme en Químicas que era en aquella época más acorde para las mujeres. No me importó, ya que lo que quería era seguir estudiando y el primer día en la Universidad fue muy emocionante para mí.

-       Consigue licenciarse en Ciencia Químicas, publica su doctorado en la prestigiosa revista científica Nature y descubre su pasión por la bioquímica, una rama científica poco conocida en España.

-       Cierto, era algo muy novedoso aquí. Tuve la suerte de asistir a un seminario del bioquímico Alberto Sols que había estado desarrollando su carrera en Estados Unidos. Traía aires nuevos a esta España maltratada en la que vivíamos y me conquistó como defendía la relación que existía entre la química de las moléculas y la salud. Era un camino nuevo a explorar y decidí que quería investigarlo. Así que me uní a su equipo con el que desarrollé mi trabajo de investigación en el campo de la bioquímica. Pronto me di cuenta de lo importante que era que estudiantes de medicina supieran de la importancia de conocer la química de los enzimas y de como su presencia o ausencia condicionaban la aparición de ciertas enfermedades.

-       Así es como su equipo comenzó a trabajar e investigar codo con codo con médicos y desarrollaron sistemas de diagnóstico que posteriormente salvaría tantas vidas, principalmente de niños que estaban predispuestos genéticamente a ciertas enfermedades.

-       Pero no te creas que fue tan fácil. A los médicos, hombres la mayoría por no decir casi todos, les costaba trabajar con una mujer que les explicaba cosas. Quizás por este carácter de “niña sabionda” que siempre me ha caracterizado, al principio no conectamos muy bien. Bueno, más bien, ellos no estaban cómodos. Poco a poco encontramos la manera de entendernos y yo aprendí mucho. Me parece fundamental que en ciencia se trabaje sin prejuicios de ningún tipo, con humildad y de manera interdisciplinar. El progreso es eso, trabajar por el bien común poniendo cada uno de su parte.

-       Escuchándola hablar así, mi siguiente pregunta es obligada ¿ha pensado alguna vez en participar en la política?

-       ¡Uy! Si tuviera yo ese poder (risas). No, no. Lo mío es la investigación y enseñanza de las ciencias. Creo que he sido más útil transmitiendo mis conocimientos. En esta sociedad hace falta mucho de eso: conciencia científica. Me gusta pensar que he podido plantar semillitas en las mentes de mis estudiantes como hizo mi hermana conmigo. Y así, poco a poco, en un futuro conseguir una sociedad más culta que sepa invertir en investigación. Debemos conseguir que los políticos se den cuenta de la importancia de invertir en ciencia e investigación y la única manera es educando y concienciando a la sociedad. Pero no vale dedicar recursos de cualquier manera. Se ha de contar con la opinión de las mujeres y hombres que se dedican a la ciencia. Se ha de hacer un uso correcto del conocimiento para invertir en las áreas que están en auge como las ciencias ambientales, la biotecnología, las energías limpias. Ahora mismo por ejemplo podríamos tener ya la solución a la crisis climática si se tuviera en cuenta más a la ciencia que a los intereses económicos.

-       Totalmente de acuerdo. Usted ha sido mucho más útil formando parte del Instituto de Enzimología del CSIC. Comenzó como colaboradora en 1956. Cuatro años más tarde consiguió una plaza como investigadora y como profesora de investigación y en 1970 se traslada con su equipo a la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid. Pero donde realmente tuvo ocasión de mostrar a la sociedad la importancia de la ciencia fue cuando coordinó la investigación sobre el Síndrome tóxico del aceite de colza en 1981.

-       Aquello fue una tragedia. Me sentí muy honrada de coordinar la investigación de este suceso. Pudimos demostrar la relación entre la enfermedad que mató a tantas personas y la ingesta de este aceite de colza desnaturalizado. Me congratula ver que mi insistencia, años atrás, sobre que la Bioquímica debía formar parte de los estudios de Medicina fue acertada.

-       Ayúdeme a plantar mas semillitas Gertrudis. ¿Qué mensaje envía a la juventud una mujer dedicada toda su vida a la ciencia?

-       De lanzar un mensaje sería el de no perder nunca la curiosidad de las cosas. No dejar de hacerse preguntas y tratar de resolverlas. El conocimiento genera conocimiento y proporciona una satisfacción infinita. Es muy emocionante ver todos los avances que se van haciendo en diferentes áreas y eso es gracias a la curiosidad innata de la mente humana. Pero, como decía mi madre, hay que hacer la cosas bien y si no, pues no se hacen. Y a la sociedad le pediría que se reconozca el valor que tiene la maternidad. Las madres trabajadoras llevan toda la carga física y mental de la crianza y se les debe reconocer el esfuerzo y dar valor a lo que están haciendo que no solo es perpetuar la especie, sino criar a los ciudadanos del futuro para que sean responsables e íntegros.